Una lata de atún de 140 gramos tiene el precio de 6,4 millones de bolívares, cuesta lo mismo que 6 millones de litros de gasolina de 95 octanos
La hiperinflación ha llevado en la pobreza extrema a millones de venezolanos. El presidente Nicolás Maduro triplicó recientemente el salario mínimo, hasta los tres millones de bolívares que, con el complemento para alimentación, sube a 5,2 millones. No obstante, sigue siendo mísero, ya que al cambio de devisa equivale aproximadamente 177.00 soles.
Prácticamente no alcanza para comprar comida, pero sí gasolina en abundancia donde el litro cuesta solo 6 bolívares.
El precio del combustible se mantiene desde desde 2016, la única vez en 20 años que se incrementó, pero la hiperinflación dejó ese precio simbólico, el combustible es virtualmente gratis. El único costo es la propina que se da al empleado de la estación de servicio.
El litro de gasolina de 95 octanos cuesta 6 bolívares en Caracas. Eso quiere decir que con el equivalente a un dólar se podrían comprar cerca de 700.000 litros de combustible.
Que el precio de la gasolina se ha convertido en absurdo lo ilustra claramente la comparación con cualquier otro producto del mercado.
Una lata de atún de 140 gramos tiene el precio de 6,4 millones de bolívares, cuesta lo mismo que 6 millones de litros de gasolina de 95 octanos, asegura El País.
Un kilo de tomates equivale a 366.667 litros de combustible de 95 octanos. Morrones en un supermercado de Caracas a 3,1 bolívares el kilo equivale a medio millón de litros de gasolina.
Un kilo de fiambre de pavo/pollo puede superar los 19 millones de bolívares es casi cuatro veces el sueldo mínimo. Con ese dinero se podrían pagar 3,2 millones de litros de combustible al precio actual, el único valor que se mantiene mientras el del resto de los productos sube día a día.
Esa cantidad de combustible bastaría para abastecer a más de 100 autos durante 25 años gastando 100 litros al mes.
El bajo precio del combustible ha generado problemas de contrabando hacia otros países que el gobierno chavista trata de combatir.
EL PAÍS
